dimarts, 4 de gener del 2011

Un texto de Isaiah Berlin y el “caso Assange”

El fundador de Wikileaks, en un extraño caso donde los presuntos agresor y víctima confraternizaban después de la presunta violación (hasta que la mujer se enteró de los “cuernos”...), ha sido “empapelado” gracias a la durísima ley sueca sobre agresión sexual, ley que los lobbies feministas han puesto en su agenda para implantarla en el resto del planeta. Parece que esta ley, a la hora de poner la raya entre sexo-consentido/abuso/violación, tiende a equiparar cualquier comportamiento masculino a lo sucedido en el Congo con las violaciones masivas de mujeres por la guerra, es decir, un crimen que hay que pagar.

Assange niega las acusaciones de agresión sexual y aduce que “he caído en uno de los avisperos del feminismo revolucionario" ya que “Suecia es la Arabia Saudí del feminismo". Me parece bien recordar la teocracia saudí, cuyas premodernas leyes penales y civiles creo que son las más salvajes y bárbaras del planeta (y ahora no me quiero extender sobre la hipocresia moral que promueve el wahabbismo saudí).

Este “caso Assange” a mi me ha hecho pensar no en la Arabia Saudí sino en la Unión Soviética. Adjunto este interesante texto donde I. Berlin relata una conversación con el filósofo Kojève acerca de la finalidad de las leyes arbitrarias en los Estados totalitarios

Hablamos de Hobbes y del Estado soviético. «No», dijo, «no es un Estado hobbesiano». Y explicó que cuando uno comprendía que Rusia era un país de campesinos ignorantes y trabajadores pobres se daba cuenta de que era muy difícil de controlar. En su opinión, Rusia había estado terriblemente atrasada; atrasada en 1917, no sólo en el siglo XVIII. Así, pues, quien se propusiera hacer algo con Rusia tenía que sacudirla con violencia. Si en una sociedad las reglas son muy severas, por absurdas que sean, (supongamos, por ejemplo, una ley que establece que a las tres y media hay que ponerse de cabeza abajo), todo el mundo la cumplirá para salvar la vida. Pero a Stalin eso no le bastaba, no cambiaba suficientemente la situación. Stalin tenía que hacer con sus súbditos una pasta que él pudiera amasar a su antojo. No debía haber hábitos ni reglas en que la gente pudiera apoyarse; de lo contrario, las cosas seguirían siendo inmanejables. Pero si usted acusa a la gente de romper leyes que no rompió, si la acusa de delitos que no cometió, de actos que ni siquiera puede comprender, acaba reduciéndola a papilla. A partir de entonces nadie sabe dónde está, nadie está nunca seguro porque, haga lo que haga, e incluso si no hace nada, puede acabar destruido. Todo lo cual crea una verdadera «anomia». Una vez tiene usted esa clase de gelatina, en cada momento le puede dar la forma que elija. El objetivo es que nada se asiente. Kojève, un pensador ingenioso, se imaginaba que Stalin también lo era. Hobbes concebía una ley que, de ser obedecida, permitía sobrevivir. Las leyes que hizo Stalin eran tales que uno podía ser castigado por obedecerlas o desobedecerlas, al azar. No había nada que se pudiera hacer para salvarse. A uno le castigaban por transgredir o acatar leyes que no existían. No había salvación. El futuro sólo podía construirse con esa materia pasiva a que se habían reducido los humanos.

Ramin JAHANBEGLOO: CONVERSACIONES CON ISAIAH BERLIN, Barcelona: Arcadia, 2009 [ed. original, 1991], pp.105-111. Trad. de Marcelo Cohen.

6 comentaris:

  1. Muy interesante el texto. Efectivamente las leyes de género no sólo pretenden castigar algunas conductas individuales, también empoderar a las mujeres en todo momento y situación poniendo en su mano una facultad de denuncia que subordina inmediatamente al denunciado y tiene la virtud de que en el peor de los casos saldrá gratis porque aún en el supuesto de que resulte falsa eso no tendrá repercusión para la denunciante (como dice Lorente, "es que no hay pruebas para romper la presunción de inocencia"). La asimetría de posiciones es tan evidente que pensar en cualquier término de igualdad resulta imposible.

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  2. Hay qeu decir, por ser un poco abogado del diablo, que las feministas españolas no se han pronunciado con este asunto en la línea de acusación a Assange. Más bien todo lo contrario, defendiéndole o simplemente cayando la boca. Es de señalar que incluso Naomi Wolf ha criticado las acusaciones a Assange. Lo del lorente es caso aparte, como siempre. Siempre digo que lo peor es ser más papista que el papa.

    Nacho, Oviedo.

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  3. http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Gobierno/insta/jueces/esgrimir/patologia/inexistente/elpepusoc/20110110elpepisoc_3/Tes

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  4. Querido anónimo
    Gràcias por el link sobre la barbaridad del SAP que prepara nuestro gobierno. Tengo otras ocupaciones que no me permiten dedicarme al blog todo lo que querría. Ahora voy a colgar un comentario al respecto.

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  5. Esto de "empoderar", Emilio, puede hacerse, tal como describes, en un juego de suma cero ("para que yo gane tu tienes que perder") por eso la impunidad ante la denuncia infundada y esa asimetría tan tremenda. Es la apuesta del feminismo del resentimiento.
    Por supuesto hay otra manera de acercarse a las relaciones hombre-mujer: "empoderar" a ambos cuestionando los roles que constriñen su libertad. El juego no es de suma cero, si no de "yo gano y tu también ganas". Muchos apostamos por ahí. Desgraciadamente la dialéctica amigo-enemigo que promueve ese feminismo es la que ahora domina

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  6. Tienes razón Nacho, yo no he leído que las feministas españolas imiten el puritanismo de las americanas y nordeuropeas, con eso por ejemplo que pasaba en los campus donde se colgaban carteles de los estudiantes (incluso profesores)con la acusación de "violadores" por traspasar esta compleja raya entre insinuación/invitación/consentimiento/abuso/agresión/violación...
    Aunque con esto de las modas y la globalización, quizás también acabe llegando aquí...

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